¿Qué tal? ^^

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Navidad, consumista Navidad...

Hola a todos!! Siento no haber publicado nada antes, pero tampoco tenía nada que decir. Mi vida es un poco cíclica. Todos los años las mismas fases, las mismas notas, los mismos enfados con mis padres, las mismas ilusiones con el Gordo de Navidad, que este año (¡novedad!) se quedó en un reintegro (veinte euros nunca nos vienen mal ;)).




La rutina me ha mantenido bastante floja de imaginación y creatividad, por lo que apenas he escrito y hecho nada. Los regalos de Navidad fue lo más creativo que he hecho estas navidades, y más por necesidad que por ilusión.



Pero hoy, necesitaba hablar. Necesitaba decir algo, necesitaba gritarle al mundo la OTRA cara de la Navidad.



Estamos acostumbrados a esas películas de Disney tiernísimas y dulces donde Mickey Mouse&company nos enseñan lo importante que es la Navidad, su espíritu y el sentido de estas fiestas; o "Cuento de Navidad", de Dickens.



Pues, voy a descubriros un par de cosas: Mickey Mouse no existe ni existió, Scroodge y los fantasmas tampoco. ¡Y el espíritu de la Navidad es sólo una ilusión utópica de estas fiestas! El espíritu de la Navidad (ya sabéis, ayudar al prójimo, hacer feliz a los que están a tu alrededor, estar con la familia, ser generoso...) no es más que una patraña más que se les intenta inculcar a los niños de pequeños con evidentes fracasos que vemos todos los días:



"Jaimito, mentir está muy mal, cariño. Mentir es de malvados" "¿Y cuando le dices a papá que estás trabajando, y en realidad estás cenando con tu jefe, eso también está mal? Porque mientes, ¿no?" "Eeeeeeem, eso es una mentira piadosa" n.nU.



Vaaaaaaaale, un ejemplo un poquiiiiiito exagerado. Pero, ¿cuántos padres que defraudan a Hacienda les inculca a sus hijos que hay que ser honrado? Sería inúltil contarlos.



¿No es hipócrita?



Algo parecido ocurre en Navidad.



Mientras a los niños se les ponen películas sobre que lo importante es la inteción y no el regalo, los adultos se cabrean porque sólo les han regalado un llavero. Pero, ¡lo que importa es la intención! ¿No? Aunque, ya que estamos, que te regalen un Ferrari mejora la intención.



Pero, ¿sabéis que es lo que me revienta de todo esto? Que estamos perdidos. Miradme, me estoy despotricando de todo esto del consumismo y de las tonterías del espíritu navideño cuando acabo de llegar de gastarme 60€ en unos regalos.



¿He hablado del consumismo? ¡Sí, sí! En Navidad no se celebra el nacimiento de Cristo, o la Adoración de los Reyes e incluso los Santos Inocentes, como muchos ingenuos creen. No, no. Se celebra el subidón de los alimentos, el agosto de todos los comercios grandes o pequeños, las tarjetas sin saldo y las cuentas en números rojos por culpa de los regalos.



Vale, sí, hacer regalo en esta época del año es fundamental. Es una muestra más de la generosidad que deberíamos tener en estos tiempos. Pero a veces, es una exageración.



"Oys, ¿qué le compro a la prima Joly? Oy, pues no sé... ¿Una pulsera? ¡no, que es muy barata! ¿Una pulsera de Tous? ¡Sí, eso sí!" (por desgracia hay gente asi ¬¬).



Pero, ¡agárrense, señoras y señores! ¿Y el numerito de los vestidos? Un tío se pasa 350 días al año vistiéndose como si acabase de salir del gimnasio: todo desaliñado, todo a medio poner, todo a medio caer, oliendo a sudor... ¡No se quita el chándal ni para su boda! Pero en Navidades, ¡que no falte el Armani de 1000 €! ¿Que tiene que empeñar el anillo de boda? ¡Pues lo empeña! ¿Que tiene que vender su casa? ¡Pues la vende! ¿Que tiene que donar un riñón y un pulmón? ¡Pues lo dona! ¿Que tiene que acabar bajo un puente, sin anillo de boda, sin riñones, sin pulmones y sin esposa -porque se ha divorciado de él por jilipollas-? ¡Pues sin problemas! ¡Lo importante es el Armani!



Pero, nosotras no somos menos U.U.



No sé cuántas veces habré oído esta tarde en boca de una tía esta frase: "¡Jo, tía, no tengo que ponerme para mañana!". ¡Y lo curioso es que no vestía precisamente como quien se compra la ropa del rastro! En ese momento, a una le dan ganas de trincarle del cuello a cualquier tipeja de estas.



O, sino el "Pues, no sé que hacerme en el pelo. ¡Me haré la plancha!". ¿Pero qué más dará? Mañana, lo importante es no atrangantarte con las uvas! ¿Qué más dará el pelo, eh? Y yo, mientras oía estas frases que derrochaban humanidad y sentido común, pensando en qué rayos regalarle a mi cuñada.

jueves, 3 de diciembre de 2009

A mi Abuela

Perdón, perdón, perdón!! >.<
Y pensaréis "Ayrel, que vas a desgastar la excusa"... Pues, lo más seguro es que sea verdad... U.U. ¡Pero es verdad, estoy agotada!

Pero bueno, hoy no me apetece ahogar mis penas en letras... Esta noche quiero cumplir una promesa que me hice en cuanto abrí el blog. Escribir, para el aniversario del fallecimiento de mi abuela, algo sobre ella.

Así que, ahí va:

¿La veis? ¿A través de las rejas negras, del cristal de la ventada y de las cortinas blancas de la cocina?
Está sentada en un incómodo taburete blanco, armada con hilo y aguja, y su máquina de coser centenaria. Es una máquina vieja y negra, de estas que van ancladas a una mesilla muy práctica.
Ha tratado con tanto mimo aquella máquina que, aún hoy, se conserva casi nueva: la prueba es que cose como la más moderna de todas ellas.
Con esa máquina, cosió el traje de marinero de su hijo mayor, vistió a su marido y remendó los pantalones de sus mayores nietos.
Se moja los labios para luego humedecer el hilo azul marino con ellos. Enebra la aguja con una agilidad impropia de manos tan ancianas, y cose con rapidez.
Sus manos están atrofiadas, y ya no trabajan como antes. Sus dedos, antes largos y habilidosos, ahora se encuentran nudosos y arrugados. Y, sin embargo, no cejan en su empeño: mañana es el cumpleaños de su nieta más pequeña, ¡y hay que regalarle el vestido nuevo!
Su hija, la madre de la niña, había elegido la tela, pero la abuela se había encargado de coger los patrones, cortar el tejido y coserlo todo.
El vestido resultante debía ser uno cortito, de entretiempo con sombreritos blancos y rojos. Debía llevar una cinta blanca a la cintura, y una cremallera a la espalda... ¡y se está quedando sin tiempo!
¡Pobrecita! ¡Se ha pinchado un dedo! Se lo lame con cuidado, y vuelve a su obra.
Es una mujer regordeta, arrugada como un pergamino. Sus ojos ancianos relucen con vitalidad, y a pesar de tener movimientos limitados por los achaques, se esfuerza porque todo salga bien.
El pelo lo lleva cardado, dándole algo de volumen; y tintado de castaño claro, a juego con sus ojos.
Está vestida con una fina bata, también de entretiempo.
Frunce los labios, ante el esfuerzo, y contenta de haber conseguido preparar la máquina para el trabajo, gira la rueca de su derecha, y pisa el pedal, comenzando a trabajar de nuevo.
Ella jamás ha pedido nada a cambio de todo su trabajo. Es una mujer fuerte, que lo da todo por los que quiere. Ama a su familia por encima de todas las cosas, y así lo ha demostrado durante tantísimos años.
Ni un sólo domingo se quedaron sus hijos sin un vestido nuevo, hecho por ella misma, cosiendo hasta la estenuación; ni un sólo día se quedó su familia sin comer, aunque para eso a veces haya sido necesario el que ella comiese las sobras; jamás sus hijos estuvieron solos, pues ella estaba allí siempre para ayudarlos cuando lo necesitaban.
Su marido encontró en ella una esposa fiel, cariñosa y leal. Lo quería con locura, desde aquel año, en la década de los treinta cuando lo conoció.
Es una luchadora, es una valiente, es una mañosa. Es una abuela.