Vale, llevo desde las siete de la tarde, y ahora son las once menos cuarto, intentando hacer el pu... ñetero título del trabajo: Ireland.
Lo he querido hacer con letras góticas, así, muy chulas... Salvo por el pequeño y mísero detalle de que son un... ¡put... puñetero coñ... puñetero asco!!! ¡Uuuuuufff!!
Primero: no me entraba la palabra IRLANDA, así que he tenido que borrar todo lo que había hecho (que había hecho hasta la primera A), y reducir el tamaño.
Repito todas las letras, hasta la N... y de repente me doy cuenta de que... el trabajo es de inglés, el trabajo está hecho en inglés... ¡y que el título tenía que ser en inglés!
Vuelta a borrar...
Y vuelta a dibujar las letras.
Me entra de milagro: la D de Ireland apenas me cabe, y queda feo... ¡pero ya estaba hasta los ovarios de borrar y de vovler a dibujar! Así que, me voy a la ducha...
Vuelvo, miro mi trabajo... No me gusta, pero lo dejo...
Lo remiro. Sigue sin gustarme... ¡pero ya lo había hecho muchísimas veces! ¡Qué pereza!
Lo vuelvo a remirar... y comienzo a borar por... ¡Cuarta vez! ¡Ufff!
Por fin, y con grandes esfuerzo... ¡lo conseguí!
¡Oeeee, oe, oe oe!
Y, bueno, tras esta ida de pinza y desahogo, vuelvo a centrarme.
¿Sabéis qué? Hoy me apetece escribir algo... No sé... Cualquier tontería...
Vamos a ver qué me sale...
La lluvia lame poco a poco el cristal de la ventana, limpiándola con mimo.
El agua cae suavemente, haciendo un tarde apacible de invierno.
Me acurruco aún más dentro de la manta de viaje escocesa de mi abuela. Aún guarda su olor dulce.
Apoyo mis labios sobre la taza de chocolate caliente, frente a la chimenea, que arde sin pausa, calentando el ambiente.
Hace frío, mucho frío. El termómetro de la ventana me avisa de estar a seis grados. Sin embargo, este frío y la lluvia crean un ambiente sereno y acogedor.
Dejo mi taza de chocolate caliente a mi lado, sobre la alfombra en la que estoy tumbada y vuelvo a coger el libro gordo y antiguo que estoy leyendo.
"Encendió un tercer fósforo. En breve se vió sentada bajo un magnífico árbol de navidad; era más rico y mayor que el que había visto la nochebuena última a través de la vidriera de la casa de un rico comerciante.
La niña levantó las dos manos: el fósforo se apagó. Todas las luces del árbol se elevaron y vio entonces que no eran más que estrellas".
La Niña de los Fósforos siempre ha sido uno de mis cuentos favoritos. Realista, triste, palpable, frío y cruel. Andersen no debía escribir para niños, desde luego.
Y, sin embargo, desde niña lo he apreciado.
Estoy harta de los cuentos para niñitas, todos cursis y ñoños, que hablaban de príncipes azules y princesas encantadas que no podía resolver ellas solitas sus problemas.
Paso la página.
¡Oh, la Sirenita!
Recuerdo perfectamente cómo la plasman todos aquellos adaptadores de cuentos infantiles. Unos embusteros.
La Sirenita es de las pocas princesas atosuficientes, que realmente estaba enamorada. La única princesa que sabe lo que es el amor no correspondido.
Mis ojos corrieron por las líneas, diluyendo cada una de las palabras que con esmero (y a veces difícil entendimiento a causa del facsímil) en las páginas habitaban.
"Preguntóla el príncipe quién era y de dónde venía; ella le miró con aire dulce y afligido sin poder decir una palabra. En seguida el joven la cogió de la mano y la llevó al castillo. CAda paso que daba, como había dicho la bruja, le causaba dolores atroce, sin embargo, del brazo del príncipe subió la escalera de mármol ligera como una bola de jabón y todos admiraron su andar gracioso".
"-¡Ah!-pensó la sirenita- ignora que fui yo la que le llevé a través de las aguas hasta el convento para salvarle. Ama a otra."
"Y la sirenita, levantando sus brazos al cielo lloró por primera vez. Oyéronse de nuevo en el buque los cantos de alegría; pero vio al príncipe y a su linda esposa mirar con melancolía la espuma juguetona de las aguas como si supieran que ella se había precipitado en sus ondas. Invisible, abrazó a la esposa del príncipe, enció una sonrisa al esposo y enseguida subió con las demás hijas del aire, en una nube de color rosa que se elevó hacia el cielo".
Y, y de igual modo en que se cierra un libro, mis ojos se cierran, pero no para olvidar los cuentos que acabo de leer, sino para revivirlos en el mundo de mis propios sueños. De mis propios cuentos.
Bueno... ¿Qué tal me ha salido ^^?
Me encanta lo que escribes, ¡me han entrado ganas de ponerme a escribir!:) La descripción de la perra es genial! Me gusta.
ResponderEliminarYo también he tenido que borrar varias veces un título porque no cabía,¡y desde entonces los hago a ordenador!